La histérica calienta pava

Este tipo tan particular de mujer merece una edición completa de enciclopedia, pero nos limitaremos a hacer una escueta caracterización con algunos casos a modo de ejemplo.
Para comenzar debemos definir qué significa la nomenclatura calienta pava. La calienta pava, (popularmente significa que calienta el agua pero nadie toma el mate), es aquella mujer que flirtea, provoca, seduce, coquetea, engatusa a cualquier hombre sin importar estado civil, raza, religión, ideología política ni inclinación sexual, y lo hace con el único objetivo de alimentar su ego.
La histérica –forma más culta si se quiere- no tiende a marcar estándares de gustos, cualquier tipo puede resultar un atractivo entretenimiento pasajero que demuestre una vez más que la mujer es quien tiene la llave para abrir o cerrar una hipotética relación.
Esta tipología de mujer se caracteriza por varias cualidades. Una de ellas es todo aquello que haga referencia a su vestimenta: faldas cortas, escotes pronunciados, lencería que asoma todo el tiempo a través de alguna exagerada transparencia, un jean hiper ajustado, hiper tiro bajo, y por supuesto, los infaltables tacos altos, cuanto más altos más sexis. En cuanto a lo que concierne a esta enumeración de placard, cabe aclarar que no entra en discusión la discriminación de nuestra parte, sino simplemente hacer un muestreo breve del tipo de atuendo que generalmente lleva.
Otra característica significativa de la calienta pava es su particular estilo de habla, en general, este tipo de mujer modifica el tono de su voz cada vez que se encuentra frente a un hombre, su voz muta hasta llegar a ser casi orgásmica, arma letal para la atracción del sexo opuesto. De más está decir que el tono siempre va acompañado de los buenos modales, por ejemplo, si va a la carnicería y pide un pollo, el carnicero le dará el pollo entero, en su bolsa, como los venden. Pero ella le pedirá con su orgásmica voz que lo troce y para ello utilizará palabras muy connotativas como “¿me podrías trozar?” y el carnicero, desesperado, hará esperar a toda la cola de gente para sacar el pollo de su bolsa, abrirlo, trozarlo y volverlo a acomodar en su respectivo envase. Seguramente el hombre se atreverá a deslizar algún comentario como “¿algo de carne querés?”; la calienta pava sólo sonreirá, le agradecerá la deferencia que tuvo y dará media vuelta contoneando sus caderas.
Y este será siempre su modus operandi, cuando vaya al taller a verificar el estado de su vehículo o por alguna reparación, utilizará frases que darán lugar a que el pobre mecánico transforme sus ratones de almanaques de playboys en canguros saltarines reales y palpables: “¿podés inflarme las gomas?”, “se me pinchó, ¿qué hago? ¿tenés tiempo para mí? ¿te espero?”. Inclusive, hay algunas mujeres que salen del supermercado con dos bolsas, esperan el colectivo y cuando éste llega piden sensualmente al chofer que la ayude a subir sus dos bolsas. En realidad, los mencionados actos –y otros similares- los realiza para sacar ventaja, ventajas de tiempo, de precios, de favores, o de excepciones que en general la gente no hace salvo con conocidos. La calienta pava está absolutamente consciente de que su forma de ser la beneficia en lo cotidiano y burocrático de la vida: hacer fila para comprar o pagar cuentas, conseguir precios más baratos o productos de mejor calidad de lo que usualmente le venden a la gente, reparaciones gratis, y hasta regalos de admiradores que quedaron prendados, extasiados con su cabaretero andar. Cada regalo será un trofeo, cada “gracia” obtenida será la recompensa de su particular modo de ver al hombre.
Se debe destacar que todas estas situaciones no llevan a nada más que engendrar monstruos sexuales en el hombre, porque la calienta pava no pasará del simple engatusamiento, del simple objetivo de conseguir algo que necesite; es por esta razón que cuando su aburrimiento regrese, volverá a ser una mujer como todas y este pobre hombre intentará buscar alguna explicación ante el repentino cambio de actitud. De más está decir que a ella jamás le importará, solo fue un pasatiempo divertido.
Al comenzar mencionamos dos datos de suma importancia: 1- la calienta pava no hace discriminación en cuanto a hombres y, 2- la calienta pava lo hace sólo para alimentar su ego. Explicaremos el primer dato para concluir con el segundo y así cerrar nuestro artículo.
La histérica flirtea y seduce a cualquier hombre sin importar estado civil, raza, religión, ideología política ni inclinación sexual. No importa si la víctima es casado, divorciado, viudo o soltero, no importa si es ateo, agnóstico, judío, católico, evangélico, mormón o testigo de Jehová. Ella puede ser radical y el hombre peronista, puede ser de izquierda o derecha, lo único que importa es llegar a provocar que la miren y queden embelesados, y lo que es aún peor, ni siquiera importa, si es heterosexual, gay, metrosexual, transexual, travesti o cualquier variedad posible. No tiene un estándar definido, todo le parece aprovechable.
Para concluir, porque el artículo se está extendiendo más de lo habitual –se dijo de antemano que merecía una enciclopedia completa-, diremos que todo lo antes descripto es la consecuencia de su necesidad de almacenar proporciones inmensas de ego, de lograr la aprobación tácita o explícita de su manera de verse frente al espejo: “soy una mujer que puede tener a cualquier hombre en sus manos, puedo, si me propongo conseguir al que quiera” (no está mal, siempre y cuando no signifique perjuicios a un tercero).



5 comentarios:

Unknown dijo...

Gracias por escribir este articulo tan esclarecedor.

Unknown dijo...

Gracias por escribir este articulo, es muy esclarecedor

Anónimo dijo...

Se quedaran solas si siguen como yo de histerica perras

Anónimo dijo...

boludo dejame de joder jajajaj acabas de describir a una amiga con todas las letras jajajaj

Anónimo dijo...

Agradecido por la redacción de este viejo y esclarecedor artículo.

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