La machona

Hoy nos toca hablar de un tipo de mujer muy particular, mujer que nos rodea y con la cual en más de una ocasión hemos tenido encuentros verbales del tipo agresivo.
La machona, a priori, se caracteriza por su lenguaje pendenciero, movimiento corporal extraño (entre belicoso y afro), conocimiento cabal de las actividades masculinas, agresividad en el trato con sus pares, y la increíble pero real idea de que la mujer agresiva, camorrera, ofensiva y fortachona está cargada de mucha sensualidad.
Pasemos a explicar estas características. En primer lugar ampliaremos uso del lenguaje. La machona es una experta en insultar, cuando entra a un lugar, cuando se despide, cuando manda mensajes de texto, cuando llega navidad, pascuas, en tu cumpleaños, ante la muerte de un conocido, etc. Sus mensajes más comunes son, por ejemplo, “¡qué haces idiota/boludo/a!” “¿cómo estás, tetona?”, “hola, che, cada vez tenés más grande el traste” “feliz navidad, ojalá que Papá Noel te traiga un macho”, etc. Su tenor de agresividad se encuentra justificado según el sexo de su receptor. En el caso de que el interlocutor sea mujer, su virulencia suele ser mayor y se debe primordialmente a la razón más común de maltrato entre mujeres: los celos. La machona insulta como resultado de la imposibilidad de ser lo que desea, menosprecia, rebaja y pretende “ningunear” a aquellas que tienen algo que ella no tiene, o, en el caso de tenerlo, lo hace por el simple hecho de no querer que alguien más lo tenga.
En cuanto a la comunicación con hombres, la provocación se debe más a sus deseos de ser sensual que colérica, su fin en realidad es lograr atraer al sexo opuesto a través de una extraña postura de víbora cazadora. Los insultos pueden pasar del grado mínimo de “boludo” al de entrometerse en el desempeño sexual del hombre. Lo hace porque en su mente retorcida cree que de esa manera lo provoca para que el acusado demuestre lo contrario.
He aquí donde inevitablemente nos saltamos a la última característica (pero no olvidamos las demás): la increíble pero real idea de que la mujer agresiva, camorrera, ofensiva y fortachona está cargada de mucha sensualidad. La machona está absolutamente convencida de que la violencia necesariamente conlleva sexo, seguramente por algún extraño fetiche sadomasoquista. Su idea resulta un tanto primitiva: el cavernícola que arrastra de los cabellos a la mujer, los aborígenes que corren a su hembra hasta tumbarla en la tierra, el gallo que pisa y picotea el cuello de la gallina. Todo lo anterior, pero a la inversa, más raro aún. Definitivamente no es una buena táctica para conseguir un hombre, al menos no uno que valga la pena, pero bueno, es el único modo que la machona tiene de relacionarse con el otro sexo. El problema sería esperar una respuesta más agresiva todavía del macho, algo que no siempre sucede porque el hombre al verse avasallado físicamente por una mujer tiende a romper el vínculo.
La segunda característica, retomando el primer orden, es el movimiento corporal extraño. La machona se diferencia del resto de las mujeres por su particular andar, una muy bien lograda amalgama entre los movimientos propios del entrenamiento militar y el ritmo afro tan popular en Estados Unidos; cada vez que se acerca, te toca el hombro, se levanta o habla pareciera estar a punto de apuñalarte, ahorcarte o decirte alguna frase propia del hip hop con movimientos de manos incluidos. Nunca, ante este tipo de situaciones, se sabe qué hacer: ¿cubrirse la cara por un probable golpe? ¿cerrar los ojos?, ¿temblar o reír? Y si reímos seguramente lo hacemos por incomodidad.
Otra característica es su erudición absoluta sobre las actividades masculinas. La machona, en la mayoría de los casos, ha atravesado una infancia llena de pique y cuarta, trompo, hoyito, corralón y paredón; sus carnavales estaban llenos de globos manzanita, cada vez más pequeños y duros, lo divertido siempre fue mojar y golpear a las niñas recién bañadas que por la tarde salían a saltar el elástico.
Esta forma de criarse indiscutiblemente le brindó todo el saber referido a actividades masculinas. Con el pasar del tiempo aprenderá a jugar fútbol, handboll, aprenderá a pescar, a jugar pool e inclusive algunas llegan a ser muy buenas en pulseada. Proveerse de esta clase de conocimiento le facilitará mantener de vez en cuando un diálogo breve con algún hombre que recuerde su infancia o con algún fanático del fútbol. Este paso será muy importante para que en un próximo encuentro pueda saltarle por la yugular.
La última característica que nos queda es la que de alguna manera resume todas las anteriores: agresividad con sus pares. La machona está completamente imposibilitada para tener un buen trato, para sentirse débil y vulnerable como cualquier mujer. Cada vez que la ofendan, sus receptores de virulencia enviarán esa energía a cada nervio de su cuerpo y su agresividad crecerá más y más hasta convertirse en una indeseable, camorrera, iracunda y pendenciera mujer.