La boluda

En esta ocasión se abordará  un caso muy particular dentro de las tipologías que venimos detallando: la boluda. Según diccionarios autorizados, la palabra boluda deriva del sustantivo boludez: acto propio de un boludo, torpeza, inexperiencia, desmaña. Por lo tanto la boluda –tema que nos atañe en este día- vendría a ser aquella persona que se especializa en ser torpe y sin mañas, o mejor dicho “carente de viveza criolla”.
La boluda es un ser muy particular debido a su manera de relacionarse e interactuar con la sociedad y ante cualquier contingencia común del día a día. Se caracteriza por no diferenciar el tipo de vínculos que debe establecer con las distintas personas, por no discernir entre un acto de mala fe y otro de nobleza a causa de su ingenuidad nata, por no tener maldad sino torpeza en su desenvolvimiento social, por ser culposa, por no aprovechar aquellas ocasiones que se dan una sola vez ya que considera que debe pensar antes de actuar, pero en ese proceso de pensamiento su oportunidad ha desaparecido  y,  por último –a pesar de haber otras características-, por su absoluto convencimiento de que su modo de hablar con los demás es el correcto cuando el resto de los presentes considera que esto ha sido totalmente inoportuno.
Como se dijo, una de las características es la incapacidad de diferenciar los tipos de vínculos con los demás. La boluda, en su humilde ingenuidad, cree que todas las personas con las cuales puede llegar a cruzar un diálogo –sea amigo, familiar, el mecánico de la moto, el panadero, el vecino- tienen las mismas intenciones que ella: mantener de ahora en adelante una relación fraternal, amena y respetuosa, sin dobles intenciones. Es aquí donde en más de una ocasión se encuentra con personas que, como reza el viejo dicho popular “le di la mano y me tomó el codo”, se abusan de su inexperiencia en el trato social para sacarle algún favor/provecho, dinero u objetos que no le devolverán jamás y que la boluda por vergüenza no reclamará, o simplemente lograr la incomodidad de la boluda a partir de alguna respuesta subida de tono, de “levante”, que generalmente roza la obscenidad. En todos estos casos, a la boluda le tomará tiempo darse cuenta del error que ha cometido al no medir la confianza que deposita en los recién conocidos, sufrirá sin poder comprender porqué esta persona X  le ha hecho tal o cual cosa; pero poco importará porque a la boluda, por ser boluda, le volverán a tomar el pelo y volverá a sentirse defraudada y será así por los siglos de los siglos.
Obviamente la razón de su sentimiento de frustración constante frente a su manera de interactuar con otros de debe a la falta de “viveza criolla”, término que abarca múltiples significados, pero que en esta ocasión se circunscribe a los siguientes casos:
En primer lugar, la boluda no tiene viveza para discernir cuándo alguien obra de buena o mala fe, ella siempre –en su mente positiva- espera recibir lo que ha dado, ofrece ayuda y le devuelven palos. Esta incapacitada para darse cuenta con antelación cuándo alguien busca perjudicarla o simplemente burlarse y esta misma incapacidad la lleva a otra: después de tantos fiascos, la boluda desconfiará de todos aquellos que se le acerquen, lo que la lleva al otro extremo. Hay muchas mujeres que se caracterizan de esta manera, muchas que se han perturbado por comentarios sexuales de hombres, porque alguien subió el tono de voz al hablarle, porque le vieron la cara y le cobraron algo mucho más caro que a otros, e inclusive, hay otras que después de tantas “vejaciones” optan por cortar de raíz el vínculo con cualquier extraño, no importa si la relación es comercial, laboral o de cualquier tipo, “por las dudas” no saludan, ni siquiera con un respetuoso y distante “buen día”, no atienden el teléfono cuando el número es desconocido, se inhiben ante el más mínimo comentario de doble sentido, en vez de enfrentar las situaciones con humor y esperar tranquilas el momento oportuno para tomar revancha y ganar la pulseada.
Su ingenuidad congénita, su falta de maña, de viveza, su moral intachable hacen que pierda muchas oportunidades en las que sólo debe calcular un artilugio y todo saldrá perfecto, no sabe mentir, y cuando miente hasta el menos avezado lo percibe. No sabe amañarse para reflotar en una contingencia –de cualquier tipo-, al contrario, o da media vuelta y se va sin saber qué decir y sufre en silencio, o se encoleriza tanto  que nunca más volverá a dirigirle la palabra a su opositor. La boluda no tiene tintas medias, no existe la negociación, porque está totalmente convencida de que lo que ella dijo o hizo está bien y de que el otro se equivocó. No lo hace por soberbia sino simplemente por ser boluda. Este mundo no está hecho para ella, definitivamente;  todo en su planeta interior está dividido en dos tipologías de seres y actos: los buenos/los malos. No caben en ese extraño y utópico planeta la caradurez, la falta de códigos, la traición, la ingratitud, el avivarse, el egoísmo, el respetar al “enemigo” y saber enfrentarlo porque ella todavía no cayó en la cuenta de que en el mundo real –como lo dijo el célebre Discépolo- “el que no llora no mama, y el que no afana es un gil”.

2 comentarios:

mariel y noelia dijo...

toda semejanza con la realidad es mera coincidencia

Anónimo dijo...

sos una guacha sabes.....clau

Publicar un comentario