La malhumorada


El malhumor es el malestar crónico, por lo tanto, la malhumorada es la mujer que vive todos los días sintiendo fastidio, incomodidad o disgusto como consecuencia de su excesiva crítica hacia la realidad.
La malhumorada, tema que particularmente me interesa, es una tipología claramente definida por el contraste entre la realidad y el prototipo ilusorio creado en la mente de este tipo de mujer. La mujer que es malhumorada lo es por un defecto cerebral, por su visión (errada o acertada) del mundo, por la inconformidad de lo que le tocó en suerte o por una tendencia pesimista sui generis. Lo cierto de todo lo antedicho es que es el tipo de mujer que no cae bien, excepto a poca gente que ya la conoce y la reconoce como tal y, por lo tanto, la acepta, la tolera.
La “chinchuda” o “argel” –términos más populares- tiene, de treinta días, veinticinco malos y del resto dos son buenos y tres regulares. Está absolutamente imposibilitada de poner en la balanza lo positivo y lo negativo, sumado al hecho de que al estar convencida de que el día fue pésimo agrega unos kilos innecesarios al plato negativo y su ecuación con resultante menos cinco siempre cierra, de esta manera se autoconvence de que la jornada fue una mierda y sólo desea que llegue la hora de dormir para ver “qué pasa al otro día”, y se duerme pensando que mañana será otro día del orto.
Una característica fundamental en este tipo de mujer es su cara de traste, nunca se sabe cuándo está feliz, contenta, agradecida, de buen humor, porque hasta en esos días que ella califica “buenos” tiene la misma cara de culo por lo que se hace muy difícil reconocer la gama de estados de ánimo que cualquier persona normal tiene.
La malhumorada es de este modo porque no tiene, no encuentra o no quiere otra forma de vivir la realidad. Puede tener la mejor compañía, dinero, salud, gratitud de quienes la rodean pero de todos modos ella siempre estará enojada con el lunes, el martes, con el miércoles, el jueves y el viernes porque son días laborales, con el sábado se peleará por ser el día en que tiene que limpiar a fondo la casa o planchar la ropa, u ordenar su ropero; al domingo siempre le toca lo peor, porque al no tener nada que hacer, lo putea por ser un día de mierda aburrido y sin buenos programas para ver.
Lo dicho en el párrafo anterior me lleva a otra característica infaltable: la puteada constante. La malhumorada es lingüista en “malas palabras”, sabe hasta la evolución fonética y semántica de todas las formas de putear existentes y las usa incesantemente en cualquier ocasión. La malhumorada putea cuando se levanta porque es temprano, pero si se levanta tarde también putea porque perdió tiempo en la cama. Putea cuando está sola porque se aburre y lo hace cuando está acompañada porque se siente invadida. Maldice cuando almuerza o cena porque si comió los dos bifes que hizo piensa que se fue al carajo y que comió de más, y si comió sólo uno se enoja porque se quedó con hambre. Nunca está satisfecha con lo que hace o le sucede. Si va al supermercado se enfurece porque no bajó el precio de la lechuga y aunque piensa que el tomate está más barato comienza a declamar un poema a la c.... de la lora porque piensa “¡de qué carajo me sirve! ¿voy a hacer una ensalada con dos kilos de tomates y dos hojas de lechuga?”.
Si hace calor putea porque no tiene ganas de arreglarse o maquillarse porque transpira y si hace frío maldice a todos los dioses del Olimpo porque para salir debe ponerse dos camisetas, un pullover y una campera incomodísima arriba. Verdaderamente creo que la malhumorada no se soporta ni ella misma.
Lo peor de todo esto es que nunca podrá convivir con nadie, no puede con ella misma, mucho menos podrá aprender a tolerar las mañas de otro. Si llega a encontrar la toalla tirada, o el papel higiénico puesto en la dirección opuesta, o la rejilla de la cocina sucia bajarán los jinetes del Apocalipsis y nadie quedará vivo. Es el tipo de persona que no puede amoldarse a la sociedad: se enoja cuando conduce, cuando va al cajero, cuando hace fila para pagar las cuentas, porque se cortó el cable, con la vecina que le tira basura en su cesto, con los perros que ladran cuando intenta dormir, con los pájaros que cantan temprano y la despiertan. No sería muy alocado decir que tiene cierto comportamiento psicótico y de sociópata.
La malhumorada es el tipo de mujer con la que muy pocos hombres pueden llegar a congeniar, tiene –como todas las personas- virtudes que la pueden llegar a hacer deseable o agradable en algunas ocasiones, pero su visión pesimista de la realidad la supera y que el mundo sea imperfecto la amarga al punto de arruinar cualquier cita porque su acompañante llegó diez minutos tarde, o porque no encuentra la pulsera que le combina con el vestido. Cualquier minucia le amarga un proyecto completo y lo peor de todo es que se lo hace saber a todos los que la rodean y a vivas voces.
El malhumor será su eterna compañía, salvo que la rapten extraterrestres, le laven el cerebro y la regresen como una persona diferente, también podría cambiar reencarnándose en otro tipo de ser, pero creo que sería más coherente decir que en realidad lo que necesita son veinte años de terapia. Ahora bien, hay que ver qué psicólogo se atrevería a llevarla a su diván.